Los voluntarios y voluntarias del programa LECXIT son personas pacientes y generosas que acompañan durante una hora a la semana a niños y niñas con dificultades lectoras. La mayoría de las personas voluntarias perciben una mejora de la comprensión lectora en los niños y niñas, y sobre todo detectan más ilusión por los libros gracias al programa.

Laia Vicens

Consciente de la importancia que tiene la lectura en la infancia, Cinta Audí es voluntaria del programa LECXIT desde hace más de 10 años. A sus 72 años, ha acompañado un buen número de niños y niñas para descubrir el gusto por los libros. Este curso, ha cambiado de espacio y, en lugar de ir una vez a la semana a la Biblioteca Pere Anguera de Reus, ha acudido a la Escuela Marià Fortuny, uno de los 52 nuevos centros educativos de Cataluña al que ha llegado LECXIT a través del proyecto Refuerzo Educativo. Aunque conoce a fondo el programa, uno de los más veteranos de la Fundació Bofill, Cinta asegura que «cada sesión es diferente» y que aprende alguna cosa en todas: «Nosotras somos voluntarias que enseñamos a leer, pero también tenemos que aprender, y yo cada día de LECXIT aprendo alguna cosa de las reacciones de los niños y niñas, de la dinamizadora…», explica Cinta.

Es una voluntaria muy comprometida, que refuerza positivamente a los niños y niñas y, a la vez, les pone las pilas cuando hace falta. «Me aporta mucha satisfacción ver que los niños y niñas siguen viniendo, que avanzan más o menos, pero que se lo pasan bien y quieren repetir», dice. Y esto que a veces las cosas no son fáciles y tiene que enfrentarse a la desmotivación, la falta de interés o hasta la dificultad de encontrar libros que encajen con el perfil del niño o niña. Pero, incluso en estos casos, Cinta prefiere ver el vaso medio lleno: «Alguna cosa siempre mejoran: no tienen rechazo hacia los libros y tienen mejor comprensión.» Ella ha comprobado que ayuda mucho el hecho de conectar emocionalmente con el niño o niña, como le ha pasado este curso. «Hemos acabado teniendo muy buena relación y ahora me ve por la calle y viene corriendo a saludarme», celebra. «Es muy importante leer y entender lo que lees. Si lo puedes hacer, te abres al mundo», asegura la voluntaria.

Con toda probabilidad, Cinta seguirá siendo voluntaria de LECXIT el curso que viene. Le gusta ver como los niños y niñas «no fallan ni un solo día» y «se despiden contentos y con ilusión». Ella cree que puede seguir aportando su granito de arena al programa para que más alumnos puedan seguir recibiendo el acompañamiento lector que necesitan y anima a todo el mundo a sumarse. Jubilados, como ella, pero también gente joven y adultos que tengan un ratito a la semana para dedicar a los demás y que sean apasionados de la lectura. Según ella, hacen falta pocos requisitos para ser voluntario: «Es necesario tener calma y paciencia, que te gusten los niños y saberlos comprender», apunta.

De hecho, la paciencia es una de las cualidades que ha tenido que trabajar este curso Joaquim, voluntario en la Escuela Lluís Vives de Castelldefels, que ha tenido que esforzarse al máximo para establecer una relación de confianza con la alumna. «Es necesario ser paciente y flexible», afirma Joaquim. ¿El truco? «Que no te vean como la autoridad sino como alguien que te ayuda a leer y a desarrollar algunas competencias.» «Cuando veía que estaba despistada o enfadada, dejábamos la lectura y hablábamos de cómo se sentía. No podemos ser rígidos como en la escuela porque nuestro objetivo es mejorar la comprensión lectora, pero pasándolo bien para que quieran volver», explica. Lo ha conseguido, y con nota.

Joaquim, de 58 años y empleado de un banco, colabora con dos entidades más: Amb Bici sense edat, en la que hacen salidas en bicicleta con abuelos, y con el Teléfono de la esperanza, un chat para jóvenes de entre 14 y 25 años que tienen problemas e inquietudes de salud mental. «Tenía contacto con abuelos y jóvenes y ahora también con niños. Tenemos que devolver lo que la sociedad nos da», afirma. Buen amante de la lectura, se animó enseguida con el programa. Participar en el LECXIT le ha hecho ver hasta qué punto niños y niñas de la misma edad, el mismo municipio y la misma escuela pueden ser tan diferentes y le ha servido para ser «menos estricto y más paciente». Y también para ser consciente de la realidad —demasiado tozuda, demasiado dura, demasiado invisible— que se vive en muchos hogares. «Muchas familias en casa no tienen libros, y hemos visto madres que casi no hablan castellano, y mucho menos catalán. ¿Cómo pueden ayudar con este tema a sus hijos?», se pregunta Joaquim. Y añade: «Me sorprendió mucho que la niña a quien yo acompañaba leyera y lo fuera representando todo como si fuera una obra de teatro.»

Joaquim ha acabado el voluntariado contento con el trabajo hecho y con los resultados: «Ha conseguido aumentar su interés por la lectura, tiene una lectura más fluida en voz alta y ha mejorado algunas palabras con las que antes se encallaba.» Y agradece a la dinamizadora del programa la orientación, los consejos y la organización: «Pensaba que estaríamos más aislados o que tendríamos que buscarnos mucho la vida, pero ella nos traía libros que pensaba que les gustarían a los niños.»

Quien también valora la labor de las dinamizadoras es María, voluntaria de la escuela Pía Luz Casanova de Barcelona. «Tener este referente me ha gustado mucho», dice. Igual que las dinamizadoras, María también se ha pasado todo el curso trajinando libros arriba y abajo. Maestra de inglés y con un máster de fomento de la lectura y las bibliotecas escolares, ha estado trabajando este curso de bibliotecaria y en una librería infantil y juvenil. Su extensa formación en la materia y la implicación personal y la pasión que ha puesto en el voluntariado ha dado un sello de calidad al programa en esta escuela: ha traído libros pensados para el alumno a quien ella acompañaba, pero también para el resto. E incluso ha diseñado un pequeño diario de lectura: han dedicado el inicio de cada sesión a hacer un pequeño juego de palabras, como el ahorcado o el Paraulògic, y los minutos finales les han servido para hacer una valoración de cómo ha ido el rato de lectura y para apuntar qué libro habían escogido, si les había gustado… «Ha sido muy enriquecedor vivir de cerca el proceso lector de un niño, acompañarlo en la lectura y ver cómo mejora sus dificultades», reflexiona.

Hace unos meses leyó un artículo en un periódico donde mencionaban el LECXIT y recordó que le habían hablado de esta iniciativa durante la carrera. «Pensé que era el momento y rellené el formulario para ser voluntaria», explica. Dice que comenzó sin crearse expectativas, y se muestra sorprendida por la implicación personal que ha acabado tejiendo con la alumna a quien ha acompañado: «Hemos conectado mucho en pocas sesiones. Al principio, la niña se mostraba tímida y dispersa», explica María. «Leía muy de prisa y de forma impaciente y no se atrevía a mirarme demasiado», recuerda. Pero con el paso de las semanas, se empezó a abrir y a relajarse y eso la ayudó en todos los ámbitos: «Me explicaba todo lo que había hecho durante la semana y hasta leía más tranquila y pausada.» «No puedo asegurar que entienda mucho mejor lo que lee, pero sí que he notado mejora en cosas básicas, como pararse después de los puntos o pronunciar bien la j i la g«, afirma María. De lo que está más orgullosa es del cambio de enfoque, de chip, que ha hecho la niña en relación con la lectura: «Para ella, antes, leer era una cosa que tenía que hacer y ahora, en cambio, dice: “¡Qué bien, tengo un ratito para leer!” Esta es, de hecho, la auténtica semilla del éxito lector, ya que el gusto por la lectura es un fuerte predictor del éxito educativo.

«Son niños y niñas que no tienen la oportunidad de tener un adulto o un referente que se siente con ellos y los ayude a leer, y esta carencia la arrastran toda la escolaridad y van quedándose atrás, cosa que produce mucha frustración», lamenta María. Y si a través del LECXIT se pueden enganchar mínimamente a los libros, ya tendremos mucho camino recorrido. Con todo, pero, María deja bien claro que «una cosa es leer y otra es entender lo que leemos». Lo dice a la luz de unos datos de contexto, según el informe internacional Pirls, con uno de los niveles más bajos de comprensión lectora de España y de Europa de los niños catalanes de 4º de primaria. Justamente 4º de primaria es el curso de los participantes del LECXIT.

«A veces leen por leer. Con la imagen de un niño con un libro nos basta, pero no es así. Tenemos que comprobar que están entendiendo lo que leen», reclama. Y por eso es necesario que el programa LECXIT siga extendiéndose por escuelas, bibliotecas y entidades, para que pueda llegar al máximo de niños y niñas. María pone deberes a los futuros voluntarios y voluntarias: «Hacen falta personas pacientes, amables y generosas con su tiempo que, si quieren hacerlo bien, tendrán que informarse, leer los periódicos y las redes sociales e ir a las librerías a buscar propuestas de calidad y que puedan gustar al niño al que acompañan.» Pero también tiene deberes más genéricos para seguir mejorando el programa: «Nos hace falta más tiempo durante el curso y más comunicación entre escuelas y voluntariado.»

Cinta, Joaquim, María y el resto de voluntarios y voluntarias del programa LECXIT se han convertido en auténticos referentes lectores para centenares de niños y niñas. Con personas como ellos aumentan las oportunidades educativas de alumnos vulnerables y se favorece la equidad a través de una experiencia transformadora para el voluntariado y el alumnado participantes. Porque más allá del impacto y la mejora de los resultados académicos, el LECXIT ha permitido que adultos y niños conecten a través de los libros y que los más pequeños encuentren el gusto por la lectura.

Más allá del impacto y la mejora de los resultados académicos, el LECXIT ha permitido que adultos y niños conecten a través de los libros y que los más pequeños encuentren el gusto por la lectura.